OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
|
EL ARTISTA Y LA EPOCA |
|
ZOLA Y LA NUEVA GENERACION FRANCESA1
El nombre de Zola vuelve a ser un emblema en el debate literario de Francia. Sumergido por las corrientes literarias del 900, regresa hoy a flote, como signo de un trabajo de rehumanización del arte. Tres son los más activos factores de su actualidad: 1º una tendencia o escuela literaria, el populismo, que aparece como una reacción contra una literatura que no describe sino gentes chic2 y su ocio elegante; 2º la defensa del creador de los Rougon Macquart, asumida desde sus primeros números por Monde, la revista de Barbusse; 3º la reivindicación ardorosa de la obra por Emmanuel Berl en su resonante libro Morte de la Pensée Bourgeoise,3 señalado ya por mí en otra parte. Los escritores de las capillas donde se venera a Barrés, Proust, Gide, etc., condenan más o menos inapelablemente a Zola. A los más moderados en la expresión de su juicio, la obra de Zola les parece simplemente tramontada, perimée.4 Pero en la nueva generación se constata, con todo, una reacción, a este como a otros respectos, y no son pocos ni adjetivos los escritores que toman partido por Zola. Así lo demuestra una recientísima encuesta de Monde, que ha seguido a las confesiones de los novelistas del populismo y a la discusión sobre el libro de Emmanuel Berl. Las respuestas de Jolinon, Chamson, Guilloux, Poulaille, Lemonnier y otros, atestiguan que, en pleno apogeo de la novela de evasión o psicoanálisis y de una estética que lo repudia, la obra de Zola tiene apreciable séquito en las letras francesas. Chamson, que se preocupa poco de explicar su posición, definida por él como una posición de batalla, se contenta casi con declarar que está enteramente por Zola. Guilloux opina que Zola en este debate no es sino un "pretexto" y que se trata de votar por o contra la revolución. El autor de La Maison du Peuple5 identifica la causa de Zola con la de la revolución. Jolinon siente renacer con el populismo, la escuela que acaudilla André Thérive, la influencia del maestro del naturalismo; y anuncia que dentro de veinte años, cuando André Thérive haga el balance de este movimiento «será para ponerlo a los pies de Zola». Poulaille conviene en que la influencia de Zola en las letras actuales no es muy grande; pero le pronostica, o le augura, una "brillante revancha". Lemonnier, uno de los animadores y teóricos del populismo, cree también en el porvenir de la obra discutida. «A medida que el siglo diecinueve se aleje —afirma— el cientificismo no molestará a nadie y será de más en más inútil reaccionar contra él, puesto que estará definitivamente muerto. Entonces, la actitud de Zola cobrará al contrario un valor histórico que no perjudicará ya al valor humano de sus obras. En la hora que suena, nosotros, novelistas populistas, querríamos reaccionar contra la literatura de post-guerra escribiendo novelas de más amplia humanidad. Zola es pues también nuestro maestro, por haber escrito sobre el pueblo novelas que lee el pueblo y que no son ingenuas novelas, historias artificiosas, sino grandes obras de arte». Pero las consideraciones más interesantes aportadas a este debate no pertenecen a los apologistas, sino a algunos escritores que, sin compartir ninguna reserva mezquina contra Zola, sino testimoniándole más bien toda la admiración que en nuestro tiempo es posible acordarle justicieramente, se niegan a aceptar el retorno a Zola como un ideal de la nueva literatura. Tristán Remy responde así a Monde, en cuyas páginas colabora desde su fundación: «No comprendo exactamente el sentido de vuestra encuesta. ¿Qué influencia tiene hoy la obra de Emilio Zola y qué influencia tendrá en el porvenir? Es como si Uds. preguntaran qué influencia podrá tener sobre nosotros la obra de Balzac o de Chateaubriand. Ellos fueron como Zola el producto de su medio. Esto no ha cambiado. La literatura actual refleja los diversos aspectos, individuales o colectivos, de los tiempos turbados en que vivimos y se sitúa mecánicamente —los críticos no inventan nada— en relación a las diversas maneras de remediar esta situación». Georges Dupeyron, director de Signaux.6 que reconoce en Zola una de las fuerzas más auténticas del siglo pasado, insurge vivamente contra el neo-naturalismo que se reclama de este nombre y esta obra periclitados. «Hablar actualmente de "naturalismo", pensando, de una manera más o menos precisa, inspirarse en Zola o en los métodos de Zola, es una nueva confesión de impotencia. Después del neo-idealismo, el neo-romanticismo, el neotomismo, he aquí un neo-naturalismo disimulado chatamente bajo el nombre de populismo; esto no nos dice nada de bueno. ¿Esta generación de post-guerra, después de haber hecho hablar tanto de ella y de haberse presentado en rebelión irreductible, ha caído tan bajo que esté obligada a imitar todavía, cuando bajo la influencia de ciertas personalidades, Guehenno, Berl, parecía en fin evadirse del intelectualismo malthusiano7 y del esteticismo decadente, para proponerse el verdadero problema actual, aquél cuya solución pondría término al marasmo: la búsqueda de una ideología válida?» André Malraux no es menos lúcido cuando escribe lo siguiente: «Monde se interesa evidentemente por Zola, porque Zola ha pintado a los obreros. El lo ha hecho en función de una idea del "pueblo" que creo sin valor hoy: en Francia una parte de los obreros se une a la burguesía, la otra constituye el proletariado que es cosa muy diversa del pueblo». A propósito del nuevo realismo, y de El Cemento de Gladkov —que Lunatcharsky coloca bajo el auspicio de Zola— he escrito ya, por mi parte, que la obra del jefe del naturalismo está comprendida en el proceso del realismo burgués. La impotencia de la burguesía para producir un arte verdaderamente realista no se manifiesta en la obra de Zola menos que en las otras obras del mismo ciclo literario. El naturalismo de Zola puede ser en nuestros días una escuela excelente para los novelistas del populismo, que bajo la dirección de André Thérive, el heredero de la cátedra de Paul Souday en Le Temps de París, se aprestan a explotar la cantera del pueblo. Pero no tienen nada que ver con el neorealismo. Zola es un escritor de la Francia de su tiempo. No es justo escatimarle el reconocimiento a que son acreedoras su potencia y su pasión. Pero su obra es extraña, o simplemente anterior, al espíritu de la revolución proletaria. Zola es la sublimación de la pequeña burguesía francesa. Esta pequeña burguesía ya no es capaz de apasionarse por los fueros de la verdad y la justicia como en los tiempos, algo románticos aún, de Dreyfus y del j'accuse.8 Zola conocía bastante al pueblo; pero ignoraba al proletariado. Su concepción del socialismo era una concepción humanitaria, sentimental, saturada de romanticismo, del culto a las masas, ajena radicalmente a la concepción energética y heroica de los marxistas. El proletariado, como Malraux lo recuerda a Monde, no es la misma cosa que el pueblo. Y el primer deber de la nueva literatura es negarse a todo retorno. Lo mismo al retorno a Zola que al retorno a Stendhal. La asociación u oposición de estos nombres, me incita a suministrar un argumento contra la tesis de la humanidad absoluta y potente del "naturalismo". Una novela de Zola —Roma— me parece un documento mucho menos verdadero y penetrante de la Italia de su época que una novela de Stendhal —La Cartuja de Parma, verbigratia— respecto de la Italia de otro tiempo. Las criaturas de Stendhal expresan una sociedad y una época más intensa y profundamente que las de Zola; Roma es un folletín escrito con superficialidad de turista. El método del naturalismo no es, pues, necesariamente, el criterio de la verdad. Nada de esto impide, de otro lado, reconocer la justicia con que Henri Barbusse escribe rindiendo homenaje a Zola: «Jamás descuidó su deber de escritor, ni el plan que un día se había trazado y que nosotros mismos debemos trazarnos. Pues el escritor no es ni un divertidor ni un gabinete de curiosidades, sino el portavoz de su tiempo. No debe él solamente crear las formas de su siglo, sino además las tendencias, las esperanzas, todo lo que es eterno para la humanidad de la generación que pasa». Pero hay que agregar que las tendencias, las esperanzas de Zola no son las nuestras.
NOTAS:
1
Publicado en Variedades: Lima.
5 de febrero de 1930.
2
Elegantes.
3
Muerte del pensamiento burgués.
4
Prescrita, sobrepasada.
5
La Casa del Pueblo.
6
Señales.
7
De Malthus. (ver I. O.).
8
Yo acuso.
|
|